La puerta prohibida.
Basado en FANTASMA de William E. Fleming.
Tenía miedo de
que aquellas personas siguieran en la casa.
Desde su ático, recogió la bola de
su tobillo,
viendo cómo se alejaban asustados.
Matías y su madre eran los encargados
de abrir cada mañana. Los Señores llegaban poco después. A media mañana,
cocineros y camareros llenaban el lugar con el ruido de platos, cubiertos y
ollas. Matías ayudaba a su madre con la limpieza. A la una llegaban los
clientes, se sentaban en las lujosas mesas y disfrutaban del festín a la carta.
Pero Matías no hacía caso de ellos.
Cada día al terminar el servicio, cuando todos se retiraban a la cocina a
comer, la Señora
subía hacia la puerta prohibida, la única estancia que su madre nunca limpiaba,
llevando una caja entre sus manos.
Aquel día Matías siguió a la Señora. Subió a
hurtadillas tras ella, en un intento de saciar su curiosidad infantil y conocer
el secreto de aquella habitación. Al acercarse le pareció escuchar sollozos y
algún quejido. Al ver que la
Señora se giraba, se arrebujó nervioso tras unas cajas
arrinconadas intentando no ser descubierto. Entonces la vio salir azorada con
un pañuelo en sus manos. Por un momento tuvo que ahogar un grito de sorpresa y
temor; la Señora
se limpiaba de las manos un líquido espeso de un color similar al del vino.
Sangre.
Matías sabía que la Señora volvería así que
decidió apresurarse. Con pasos torpes se alejó del escondite aproximándose a la
puerta; nunca antes había visto que estuviese abierta. Sus dedos acariciaron el
pomo, empujándola suavemente. La negrura de la estancia congeló su pequeño
corazón.
Estático, se fijó en unos ojos plagados
de miedo que le miraban fijamente. Balbuceó un "hola" y se acercó al
joven, que permanecía quieto con una bola en sus manos. Matías vio que la bola
estaba sujeta al tobillo del chico y que sangraba. Quiso ayudarle; se quitó el
chaleco para cubrir el metal lacerante protegiendo la piel, pero el joven se
retiró y lanzó la bola al niño, haciendo estallar su cráneo.
Matías fue expulsado por la puerta del
ático. Su cuerpo inerte yacía en las escaleras. Tras él, un joven unos años
mayor, desgarbado y enloquecido, sujetaba la bola manchada de sangre y sus ojos
rezumaban terror e ira. Gritaba. Todos acudieron al vestíbulo y al alzar la
cabeza quedaron paralizados ante la tragedia. La Señora palideció y la madre
de Matías se deshizo en gritos y llanto. El servicio huyó despavorido ante la
visión.
0 comentarios:
Publicar un comentario