sábado, 22 de enero de 2011

UN SOLO BESO

Su piel estaba caliente, no ardiente. El sudor corría por su espalda haciendo carreras por ver quien llegaba antes al inicio de las nalgas.

Su sexo estaba húmedo, acariciaba con mi mano el bello rojo de su monte de venus mientras mi lengua jugaba en su guarida. Gemía, moviendo sus músculos pélvicos entre cada oleada de placer. Su cuerpo se encorvaba y no conseguía estar quieta era como una marea loca, un océano enfurecido moviendo un pequeño bote en su superficie.

En la lejanía mientras besaba su sexo veía sus pechos erectos en medio su boca desenfocada con los labios mordiéndose para resistir tanta pasión desatada. Y yo seguía con mi juego mi lengua reptaba como una serpiente por la con vanidad de su cuerpo, mientras mis manos migraban desde los pechos por su estómago por sus piernas que sintiera que también todo su cuerpo era mío, era mi patio de recreo para darle un placer soñado.

Ya sentí en mi boca el placer de su orgasmo entre el pitido de mis oídos al escuchar el enorme grito de lujuria que siempre pegaba al llegar a ese estado cual ola rompiente en un acantilado de caricias.

Déjame que pruebe el fruto de nuestra pasión dijo cogiéndome la cabeza con las manos y besando mis labios.

Fue el beso de un beso.


Este relato participa en el concurso de "BESO DE RECHENNA" Si os ha gustado votadlo.

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viernes, 21 de enero de 2011

LA MUERTE CARMESÍ

Una imagen en blanco y negro, humo saliendo de un cañón y la bala estrellándose contra mi pecho, que inunda de rojo mi camisa blanca.

Pasos lentos, seguros de tacones altos y besos falsos. Tú, de carmín de labios carmesí, como el color de tu melena, cayendo por los hombros níveos, moteados de pecas ambarinas. El revolver en alto, aún humeante y la sonrisa diabólica, de planes terminados y fines alcanzados.

Sonidos de sirenas, aúllan en mis oídos esperando que no sean imaginaciones mías, mientras, caigo derrotado. Siento como la mano huesuda de la muerte me sonríe y como toca mi hombro, noto mi cara lívida y casi sin vida, reflejada en su guadaña.
"Quieta, policía" escucho a lo lejos, los pasos se vuelve erráticos, caóticos, entrópicos y letales, disparos... 1, 2, 3, 4, 5.

Cae el revólver y rueda hacia mí, me noto ausente, frío. La muerte me sonríe, miro más allá de su capucha negra, veo una calavera con dientes brillantes como perlas y cuencas vacías. Noto algo, se van rellenando de carne, de sangre, de muerte, el cráneo se cubre de venas, de músculos, piel y pelo; la muerte ya no es huesuda, es mi propia cara la que ahora me sonríe.

Así es, como morimos, sin ver el túnel blanco, sin seres queridos, sin despedías al estilo del mago de Oz, solo ella.

No me muevo, no me siento, ya no pertenezco a ese mundo, mi visión se va tornando oscura.

En el suelo, con la cabeza ladeada solo alcanzo a ver... el revólver y ahora a ella; caída al lado mío, con su melena roja sobre su cara cubriéndola media faz. Sus ojos me miran, solo puedo sonreír, al menos lo intento, al menos creo que mi cara ha esbozado una leve sonrisa...

Entre nosotros, su mano con la palma arriba, sus dedos aún se mueven, y ahí esta ella, la muerte, de nuevo su cara es hueso, tétrico, duro, eterno, se mueve lentamente, no tiene prisa. Planta una rodilla en el suelo y se agacha, un sonido tétrico. Como murciélagos chillando, como cuando arañas una pizarra con las uñas y todos excepto tú se estremecen... sale de la negrura que es ahora su capucha.

Veo oscuridad, pero siento terror, pavor, gritos de pena, desgarrados, dolor, mucho dolor, pero no soy yo: es ella, mi femme fatale, mi pelirroja diabólica que ajusta cuentas con la única que nos da toda una ventaja de por vida.

Ahí tumbado... muerto, ya no veo, no oigo, no siento, solo rezo. Rezo porque mi huesuda amiga, no me haga lo mismo que le ha hecho a ella.

Aún retumban los gritos de pánico y terror y aquella mirada, todavía anclada, por poco tiempo, en su cuerpo… sabía que no iría a un buen lugar.

jueves, 20 de enero de 2011

BAJO UN MARCO DORADO UNA MIRADA OSCURA

Aquel retrato enmarcado, me persiguió durante mucho tiempo, encima de un escritorio que cada día cogía más polvo.

Despertaba de sueños alcoholizados y allí estaba ella, en su marco dorado, como el ángel que siempre fue. Nunca recordé si me dijo quién le había tomado aquella foto; pero a veces me daba exactamente igual.

Sus ojos negros, oscuros, me miraban cada día de forma diferente... ¿o era mi rostro pútrido el que se reflejaba en ellos?

Ella siempre dijo que fue casi una fotografía sin pensar: estaba con alguien, fumando un cigarro, y aquel la vio; de tal forma, que tuvo que verse obligado a captar ese precioso momento. ¿Le habían hablado los ojos como me hacían a mí?

Nunca lo supe.

Ella se fue y me dejo ahogando mis penas en un líquido tan dorado como ese marco...

Lo único que pude hacer, es intentar gritar algo que nunca quiso salir. Enfadado, di con la botella medio vacía (de mi amigo Jack) en el retrato que cayó al suelo, partiéndose el cristal en miles de pedazos.

Ahí fue cuando el recuerdo más doloroso de mi vida saltó ahogándome, ella cayendo.

Rápidamente intenté salvar al menos lo que pude. Dejé la botella en la basura y me hinqué de rodillas, clavándome los cristales, haciendo sangre en mis pies, sólo para ver como el cristal se tiznaba de rojo; como si ella me mirara desde allí con esa mirada, como si llorara sangre... ¡¡¡Aquella sangre suya que derramó por mí!!!

Hice lo que el alcohol me dio de valor. Cogí un trozo de cristal y lo acerqué a mis muñecas…

Mientras la vida se me escapaba; mientras la moqueta empezaba a boquear, como un pez que necesita el aire, sacado del agua marrón del pútrido rio; mientras se convertía en un lago Estigie de color rojo. Únicamente veía a ella cayendo, sus lágrimas sobre su rostro mientras su negra melena ondeaba al viento.

Y en mi pronta muerte, oyendo ya las paladas de un Caronte cansado, con un farol moviéndose al ritmo de ellas, solo podía sonreír… No por lo que la hice hacer, si no porque dentro de poco esperaba encontrarme con sus labios estuviera donde estuviera.

LA MUERTE DE UN ÁNGEL

Uno de los momentos que más me gustaban en THE jAZZ´S CAVERN era cuando aparecía ella.

Siempre algún nuevo cliente quería ligársela. Muchos de los parroquianos habituales, esperábamos con ansia cómo sería la siguiente razón para librarse de él.

Ahí llegó el cazador que se convertiría en presa. Taylor Morgan un empresario borracho con solo dos copas.

-Angel, ponme otra copa más-No se tenía en pie. Le costó llegar a la barra y más aún colocar el vaso cerca de ella.

-Sr. Taylor creo que ya ha bebido lo suficiente.

Los demás empezábamos a contener las risas.

-Sabes que tienes una sonrisa muy bonita, hip.

Angel Moore, se ruborizó y se colocó un mechón de cabello por detrás de la oreja (tiró del sedal para ver si con sólo eso podría librarse de él) No resultó.

-Hip, siempre me han gustado las...-eruptó-...mujeres, hip, con gran delantera.-E intentó acercarse a ella.

Eso no le gustó nada y de la mirada cohibida pasó a convertirse en diablesa.

-Sr. Morgan-le advirtió con un tono más categórico.-No me gusta que haga eso.

-Venga mujer, sabes, hip, como me estas dejando... delante de mis amigos-Fue a dar la vuelta a la barra pero trastabilló y cayó. Angel salió de detrás de la barra para ayudarle a levantarse. Los demás borrachos rieron como locos.

Taylor, con ayuda de Angel consiguió levantarse y en su particular "locura" la tocó demasiado por donde no debía.

-Señor Morgan se lo digo por segunda vez, no me gusta que me traten de esta forma.

-¿Y qué es lo que vas a hacer?-preguntó Taylor, mientras esta vez se sobre pasó más y le levantó la pequeña falda y le dio un cachetazo en un nalga.

La cara de Moore estaba contraída de ira, cuando notó el golpe sus boca se contrajo en un grito apagado y su sonrisa dejó pasó a una expresión de dolor y yo sabía que de placer. Mucha gente que les miraba, soltaron un suspiro sabiendo lo que a continuación venía. Otros borrachos se escondían y otros solo podían seguir bebiendo y riendo estúpidamente.

-Jodida zorrita-dijo Morgan con una sonrisa alcoholizada, fue lo que hizo a Angel estallar.

Cogió una botella casi vacía de la barra y se la estampó a Taylor en la cabeza, al igual que el péndulo de un reloj el cuerpo de Taylor cayó al suelo con la cabeza dolorida y algún corte, entre un mar de brillos de oro y diamantinos reflejos.

La música se paró.

-¡¡Dios no!!!-Se escuchó desde el fondo, un orondo calvo con un bigote corto se llevó las manos a la cabeza.

-Lo siento, Louie. Pero pueden patearme, tocarme, escupirme e incluso tolero casi el que me digan baby. Pero el que me digan zorra...

-¡¡Oh, Angel, oh Angel!!-Louie movió las manos en el aire intentando calmarla y calmarse el también.-¿Por qué no haces honor a tu nombre y te vuelves buena?

-Si alguna vez tuve alas las perdí hace mucho tiempo-sentenció ella, se colocó la falda de nuevo y miró a los presentes me miró a mí, sabía que algo ocultaba en esa frase...

Pero eso lo sabría más tarde cuando nuestros cuerpos estuvieran entrelazados en un sucio motel y ella me apuntara con un revólver.

miércoles, 19 de enero de 2011

EL CASTILLO Una búsqueda más allá de la vida

... en aquel pasillo todo era muy raro, la percepción se torcía, era como si el mismo dios de las leyes físicas te diera dos bofetadas una patada en tus partes y encima te levantara los calzoncillos. El suelo ajedrezado parecía retorcerse al final del pasillo entre movimientos ondulatorios y aquella visión que tenemos en los días calurosos de la refracción y que parece que el suelo se derrite... Las puertas que a los lados descansaban cambiaban de forma y de color pero sin moverse de su sitio. Lo único que no cambiaba en esa locura era el pomo. No sabía para donde tirar si abrir una puerta de la derecha, otra de la izquierda o seguir recto hasta dar con alguna señal. Decidió que abrir una de las puertas cercanas para ver si alguien había y preguntar era lo más correcto; así que se acercó a la puerta de su derecha: tenía un olor a paisaje otoñal, que me recordaba a una imagen tan bella que mi corazón latía por momentos. Pero era imposible que allí hubiera de eso. Cuando agarré el pomo, estaba frió, su color dorado brillo un poco y pude ver reflejado mi cara de miedo y curiosidad. ¿Podía haber aquello que pensaba detrás de esa puerta? Cuando giró el pomo, un leve crujido dio señal de que no tendría que forzarla. Al abrirla entera, una enorme luz me inundó y mis ojos no podían dar crédito a lo que veían... delante había un enorme campo verde, podía oler la hierba, podía ver una gigantesca encina y un cielo tan azul que parecía pintado. Y mientras algunas mariposas, volaban cerca de mí, con una risa en el viento fue cuando recordé qué era eso, dónde estaba. Ese campo con aquella gigantesca encima, cosa casual de hoja caduca, dejando un manto ocre que mis pisadas hacían sonar leves quejidos, lloros de cada una de ellas. Fue donde por primera vez mis labios rozaron los suyos. Allí estaban otra vez las risas, tras el tronco. Era ella seguro, mi recuerdo ahora era más nítido podía ya recordar sus labios finos, su expresión siempre triste, su sonrisa enorme... Giré, giré y giré una vez más pero por muy rápido que era no conseguía ver más allá de la punta de un vestido amarillo limón.

-Hey, espera-grité. Me asombré podia ver nítidamente su cara, podia sentir el sabor de sus labios pero no recordaba su nombre.

Las risas de nuevo me guiaron entre hojarasca que lloraba con mis pasos, alejándome de aquella puerta de aquel pasillo, entrando más y más en aquel mundo que para mi sorpresa conocía en cada paso que daba.

Hasta que llegué al final, atravesando campo verde que dejaba su impronta en mis zapatos, tiñendolos de la esperanza que perdía ya por verla.

-¿Dónde estás...?-tenía en la punta de la lengua su nombre pero como la brisa en una fría mañana todo se esfumaba. Para mi sorpresa, llegué hasta el lugar que nunca creí haber visto un enorme abismo oscuro, profundo e insondable. Lo atravesaba o al menos antes lo intentaba un puente de piedra ahora derribado en su trayecto. Y al fondo, como por arte de magia la misma puerta por donde había entrado. ¿Cómo podía ser eso si había dejado atrás todo, la encina, las hojas, la puerta...?
Las risas de nuevo y cuando planté mi mirada en la oscuridad del abismo no podía ver nada, salvo oscuridad. ¿Qué creía que podría ver ahí abajo? ¡¡¡La Raedura!!! escuché que el viento me decía. ¿De dónde venía eso? No podía saberlo, no, no, no quería saberlo. Miré a lo lejos apartando la mirada del fondo abisal, justo en el momento en que algo brilló allá abajo. Si tenía que salir de allí ¿cómo podría pasar un puente roto?

-Sólo las palabras de amor construyen puentes tan sólidos como el cemento-allí, plantado entre el renqueante trozo de ladrillo rojo del inicio del puente. Escuché sus palabras, sabias, dulces y constructivas.

-¿Pero como conseguir eso?-pregunté al aire. Ella ya se había ido. Pero lo mas curioso es que mientras mis palabras salían al viento, estas se convertían en mariposas... aleteando dulcemente sobre el abismo.

Nueva andadura

El año empieza, los propósitos se acumulan, borrones en la agenda de cosas que sabes que no terminarás y ni aún no has empezado.
Mi andadura por el mundo binario en busca de dejar mi impronta, ha sido fructífera. El año terminó pero mis ansias de progreso han aumentado. Muchos me conocen en mi perfil de facebook y han visto mis textos, pues aquí tendréis un conglomerado de todo, una Gran Estación donde intercomunicar todo. Encontrar el placer de la lectura y la visión de alguien que ve el mundo desde un propio catalejo. ¿Deseáis mirar? Cerrad un ojo y solo dejad que las letras conviertan vuestras paredes en nubes de algodón haciendo volar la imaginación hasta cotas que nunca habéis conocido.

Por ello, pasen, vean... pero sobre todo disfruten.

Atentamente William E. Fleming.