miércoles, 19 de enero de 2011

EL CASTILLO Una búsqueda más allá de la vida

... en aquel pasillo todo era muy raro, la percepción se torcía, era como si el mismo dios de las leyes físicas te diera dos bofetadas una patada en tus partes y encima te levantara los calzoncillos. El suelo ajedrezado parecía retorcerse al final del pasillo entre movimientos ondulatorios y aquella visión que tenemos en los días calurosos de la refracción y que parece que el suelo se derrite... Las puertas que a los lados descansaban cambiaban de forma y de color pero sin moverse de su sitio. Lo único que no cambiaba en esa locura era el pomo. No sabía para donde tirar si abrir una puerta de la derecha, otra de la izquierda o seguir recto hasta dar con alguna señal. Decidió que abrir una de las puertas cercanas para ver si alguien había y preguntar era lo más correcto; así que se acercó a la puerta de su derecha: tenía un olor a paisaje otoñal, que me recordaba a una imagen tan bella que mi corazón latía por momentos. Pero era imposible que allí hubiera de eso. Cuando agarré el pomo, estaba frió, su color dorado brillo un poco y pude ver reflejado mi cara de miedo y curiosidad. ¿Podía haber aquello que pensaba detrás de esa puerta? Cuando giró el pomo, un leve crujido dio señal de que no tendría que forzarla. Al abrirla entera, una enorme luz me inundó y mis ojos no podían dar crédito a lo que veían... delante había un enorme campo verde, podía oler la hierba, podía ver una gigantesca encina y un cielo tan azul que parecía pintado. Y mientras algunas mariposas, volaban cerca de mí, con una risa en el viento fue cuando recordé qué era eso, dónde estaba. Ese campo con aquella gigantesca encima, cosa casual de hoja caduca, dejando un manto ocre que mis pisadas hacían sonar leves quejidos, lloros de cada una de ellas. Fue donde por primera vez mis labios rozaron los suyos. Allí estaban otra vez las risas, tras el tronco. Era ella seguro, mi recuerdo ahora era más nítido podía ya recordar sus labios finos, su expresión siempre triste, su sonrisa enorme... Giré, giré y giré una vez más pero por muy rápido que era no conseguía ver más allá de la punta de un vestido amarillo limón.

-Hey, espera-grité. Me asombré podia ver nítidamente su cara, podia sentir el sabor de sus labios pero no recordaba su nombre.

Las risas de nuevo me guiaron entre hojarasca que lloraba con mis pasos, alejándome de aquella puerta de aquel pasillo, entrando más y más en aquel mundo que para mi sorpresa conocía en cada paso que daba.

Hasta que llegué al final, atravesando campo verde que dejaba su impronta en mis zapatos, tiñendolos de la esperanza que perdía ya por verla.

-¿Dónde estás...?-tenía en la punta de la lengua su nombre pero como la brisa en una fría mañana todo se esfumaba. Para mi sorpresa, llegué hasta el lugar que nunca creí haber visto un enorme abismo oscuro, profundo e insondable. Lo atravesaba o al menos antes lo intentaba un puente de piedra ahora derribado en su trayecto. Y al fondo, como por arte de magia la misma puerta por donde había entrado. ¿Cómo podía ser eso si había dejado atrás todo, la encina, las hojas, la puerta...?
Las risas de nuevo y cuando planté mi mirada en la oscuridad del abismo no podía ver nada, salvo oscuridad. ¿Qué creía que podría ver ahí abajo? ¡¡¡La Raedura!!! escuché que el viento me decía. ¿De dónde venía eso? No podía saberlo, no, no, no quería saberlo. Miré a lo lejos apartando la mirada del fondo abisal, justo en el momento en que algo brilló allá abajo. Si tenía que salir de allí ¿cómo podría pasar un puente roto?

-Sólo las palabras de amor construyen puentes tan sólidos como el cemento-allí, plantado entre el renqueante trozo de ladrillo rojo del inicio del puente. Escuché sus palabras, sabias, dulces y constructivas.

-¿Pero como conseguir eso?-pregunté al aire. Ella ya se había ido. Pero lo mas curioso es que mientras mis palabras salían al viento, estas se convertían en mariposas... aleteando dulcemente sobre el abismo.

0 comentarios:

Publicar un comentario